Por Lluís Muñoz Pandiella
7 octubre 20204.- El sábado 7 de octubre de 2023 era un día de conmemoración religiosa en Israel. No solo era ‘shabat’, los judíos celebraban el ‘Simjat Torá’, un día normalmente alegre en el que se completa el ciclo anual de lectura del rollo de la Torá.
Israel, más pendiente de Cisjordania en ese momento, había movilizado tres batallones desde la Franja de Gaza a Hawara para que los colonos pudieran rezar. El 70% de las capacidades militares estaban desplegadas en esa zona. El objetivo: defender los asentamientos israelíes en los territorios palestinos que la ONU considera ilegales.
Eran las 6:29 de la mañana, amanecía y el sol mediterráneo desempolvaba la árida tierra del sur del país, cuando el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, recibía una llamada de su secretario militar. Empezaban a impactar en Israel cientos de misiles desde la Franja de Gaza. Con el día también se despertaban alarmas y sirenas.
Pero no solo llegaban cohetes, Hamás lanzaba un ataque sincronizado por tierra, mar y aire: en la frontera, disparos contra los puestos de control; detonaciones en múltiples puntos de la verja fronteriza, causando agujeros que ampliaban máquinas excavadoras desplazadas; cientos de personas en motos, vehículos 4×4, e incluso por su propio pie, entraban a Israel por los agujeros; parapentistas, barcos y buceadores incursionaban por toda la frontera; y drones eliminaban los sistemas de radares y sensores.
La primera línea de defensa israelí había sido desactivada. La segunda estaba todavía durmiendo.
Empezaba ‘La inundación de Al Aqsa’, liderada por Hamás, y con apoyo de la Yihad Islámica palestina. La primera operación dentro de Israel desde el año 1948. 1.400 hombres, repartidos por los 41 kilómetros de frontera, lograron entrar en 22 localizaciones, llegando a 24 kilómetros dentro del territorio israelí.
Volvían a las que un día, aseguran, fueron sus tierras: el 70% de los gazatíes son refugiados descendientes de aquellos que vivían en el territorio que ocupa Israel desde 1947.
Solo unas horas antes, los combatientes de Hamás recibieron los detalles específicos de una misión, que solo conocían unos pocos mandos. El éxito fue mayor del esperado y se encontraron a primera hora de la mañana en territorio israelí, burlando la seguridad y con el equipamiento militar oponente desactivado.
Estaban libres en Israel, armados y sin respuesta. Estallaron décadas de rabia y aislamiento. Y de forma improvisada empezaron a llegar a kibutz, a bases militares y al festival de música electrónica Tribe o Nova.
En uno de los vídeos grabados por los combatientes de Hamás, y reproducido en el documental ‘7 de octubre’ de ‘Al Jazeera’, se escucha confesar a uno de ellos: “Entramos en cada rincón y con nuestros pies puros entramos en cada escondite, y no había hombres que nos combatieran”.
El objetivo inicial era conseguir rehenes militares con los que poder negociar la liberación de palestinos en prisiones israelíes, pero quisieron aprovechar la inesperada oportunidad.
Ensañamiento contra los kibutz
En grupos de 15 combatientes, Hamás logró entrar en el puesto de control de Erez, el puesto militar de Nahal Oz, la base de la División de Gaza en Re’im, en los puestos de avanzada de Kissufim y de Magen, llegando incluso a tomar la comisaría de policía de Sderot.
Tras la neutralización militar llegaron a los kibutz: Nahal Oz, Kfar Azza, Nir Oz, Netiv Ha’asara, Sufa y el mayor y más mediático: Be’eri.
El kibutz de Be’eri fue fundado en 1946, a dos kilómetros de la Franja de Gaza, por el Movimiento de Jóvenes Trabajadores de Israel, un grupo sionista que quería delimitar los límites de un futuro Estado judío.
Actualmente es una comunidad mayoritariamente secular y de izquierdas, cuyo ideal es crear una comunidad agrícola colectiva e igualitaria. Más de 100 de sus 1.100 habitantes murieron el 7 de octubre y un 25% de las casas quedaron destruidas.
Después de una larga jornada de combates, los supervivientes esperaron 16 horas para ser evacuados. La situación fue terrorífica.
“Oímos cómo iban casa por casa disparando a la gente”, dijo Dor, miembro del equipo de seguridad del kibutz a Reuters. “Escuchamos que hablaban, gritaban ‘Allahu akbar’, se reían. Se oía el sonido de disparos incesantes de armas automáticas, de hogueras encendidas y de los gritos de los residentes del kibutz”.
Los militantes de Hamás llevaron consigo el terror a las comunidades. A su estela, también entraron civiles gazatíes, que saqueaban comunidades y supermercados a su paso.
Estas escenas caóticas insinuaban que no había un plan previsto para su inesperado asalto. En otra de las conversaciones filmadas por los combatientes se les escucha discutir entre ellos, recordándose que debían tomar rehenes, en lugar de matarlos.
La masacre de ‘Tribe of Nova’
Otro de los símbolos del 7 de octubre fue el festival de música electrónica ‘Tribe of Nova’ en Re’im a 5 kilómetros de la Franja de Gaza.
3.500 personas bailaban a primera hora de la mañana, cuando el caos se apoderó entre sirenas antiaéreas, el aterrizaje de parapentistas y la invasión de combatientes de Hamás en automóviles y a pie, mientras los asistentes trataban de escapar por carretera y de esconderse en refugios.
El resultado: una escena apocalíptica con una fila de coches calcinados y cadáveres.
Los militantes islamistas desconocían la celebración, pero se la encontraron de frente y aprovecharon para causar una masacre y tomar rehenes: 364 personas murieron y 40 fueron secuestradas.
“Nos escondimos y corrimos, nos escondimos y corrimos, en un campo abierto, el peor lugar en el que uno podría estar en esa situación”, dijo Arik Nani, de Tel Aviv, a The Associated Press. Había ido a la fiesta para celebrar su 26 cumpleaños. “Para un país donde todos en estos círculos se conocen, esto es un trauma como nunca podría imaginar”, dijo.
Gili Yoskovich, otra superviviente, también narró su experiencia horas después de la masacre: “Estaba tumbada en el suelo, fue el escondite que encontré. Estaban a mi alrededor e iban árbol por árbol disparando todo el tiempo. Cada vez sacaban más armas de sus vehículos, estuvieron tres horas en la zona”.
Fue el día más sangriento en la historia de Israel. “Es como un 11 de septiembre”, dijo el secretario del kibutz Be’eri, Alon Pauker, refiriéndose a los ataques de Al Qaeda en 2001 en Nueva York y Washington, pero con una diferencia: “Conoces a todos los que murieron”. 1.189 personas murieron y 251 resultaron secuestradas el 7 de octubre.
Irregularidades en la reacción de Israel
Pero más allá de la masacre perpetrada por los combatientes de Hamás, habitantes de los kibutz, asistentes al festival y personas que estaban siendo trasladadas cautivas a la Franja de Gaza han testificado sobre supuestos auto-ataques del propio Ejército israelí con artillería, tanques e incluso desde los helicópteros Apache.
De hecho, la Comisión Internacional e Independiente de Investigación de los Territorios Palestinos de la ONU denunció el uso de la ‘directiva Aníbal’ por parte de Israel.
En Be’eri, un tanque israelí disparó contra una casa, matando a 13 personas retenidas por Hamás. También recopilaron el tiroteo mortal de un helicóptero contra una mujer que estaba siendo secuestrada.
Y una investigación del medio israelí ‘Haaretz’ concluyó que los helicópteros dispararon en el Festival, pudiendo haber acabado con la vida de algunos de los asistentes que estaban siendo retenidos o trataban de escapar.
La ‘directiva Aníbal’ hace referencia al protocolo utilizado por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) para evitar la captura de soldados israelíes por las fuerzas enemigas y evitar así que sean interrogados. En este caso, la orden se habría ampliado a civiles. Pero más allá de los testigos, expertos en seguridad cuestionan la capacidad de Hamás para los niveles de daño causados en automóviles o edificios.
Además de esto, también se ha denunciado la desinformación de parte del Ejército israelí y de la organización ultraderechista Zaka, encargada del rescate de cuerpos tras el ataque de Hamás.
Entre otras denuncias destacó la falsa decapitación de 40 bebés en el kibutz Kfar Aza, de la cuál se hizo eco el presidente de Estados Unidos Joe Biden, y que terminó siendo desmentida.
También se habló de violencia sexual de parte de Hamás contra mujeres israelíes. La representante de la ONU para la violencia sexual, Parmila Pratten, si bien reconoció que había encontrado “información clara y convincente” de violencia sexual el 7 de octubre, aclaró que esa información no procedía de una investigación ni había pruebas, desmintiendo los miles de casos denunciados por Israel, a quien acusan de impedir y torpedear las investigaciones.
Cabe destacar que las comunidades de los kibutz culparon al Gobierno ultraderechista de Netanyahu de omisión a la hora de protegerles.
El Ejército reconoció “no estar preparado” para una “infiltración masiva” y señaló “falta de coordinación”. Esto en una investigación que se hizo pública el 12 de julio. Una de las únicas desde el 7 de octubre.
El Gobierno ha repetido que “no es el momento” para comisiones por estar en medio de la guerra. Una iniciativa que han pedido la Corte Suprema, la Fiscalía, e incluso, Benny Gantz, quien formó parte del Gabinete de Guerra, antes de su ruptura con Netanyahu.
Israel no vio las señales; Hamás se preparó durante dos años
El 7 de octubre, además de ser la celebración judía Simjat Torá, era el día después del 50 aniversario del inicio de la Guerra del Yom Kipur. En aquella ocasión, Egipto y Siria también lanzaron un ataque sorpresa contra Israel para recuperar los Altos del Golán, el desierto del Sinaí y reabrir el canal de Suez.
Los símbolos para Hamás estaban ahí. También las advertencias de agentes de inteligencia y del mismo Egipto sobre las intenciones del grupo islamista que gobierna la Franja de Gaza desde 2006.
Incluso se reportaron movimientos irregulares durante toda la noche del 6 al 7 de octubre alrededor de la frontera de la Franja de Gaza con Israel.
Pero Hamás no era considerado un riesgo inminente, ni tampoco se vislumbró un cambio de intenciones en el grupo islamista, que había tenido un perfil bajo en los últimos dos años.
Eso, pese al conocimiento de las fuerzas israelíes de los entrenamientos terrestres y aéreos de Hamás. A esto se sumó un exceso de confianza en las capacidades militares israelíes. Poco antes del ataque, tanto el primer ministro Benjamin Netanyahu, como el ministro de Defensa Yoav Gallant, concluyeron que Hamás estaba contenida en ese momento.
Pero Hamás llevaba dos años preparándose. Ali Baraka, un alto funcionario del grupo, dijo que el objetivo final del ataque del 7 de octubre contra Israel era lograr la liberación de los 5.000 prisioneros palestinos detenidos en cárceles israelíes, parar las incursiones israelíes en la mezquita de Al Aqsa, el tercer lugar más sagrado del Islam, y levantar el bloqueo de Gaza que lleva 17 años.
Hamás nació en 1988. En su carta fundacional, de raíz islamista y de resistencia, exigía la destrucción de Israel. Forma parte del ‘eje de la resistencia’, junto a grupos como Hezbolá en Líbano, los alauitas en Siria o los hutíes en Yemen.
Están financiados por Irán, cuyo objetivo es rodear a Israel con facciones paramilitares. En 2006, Hamás ganó las elecciones de la Franja de Gaza. Poco después, en 2007, Israel impuso un bloqueo por tierra, mar y aire sobre la Franja de Gaza.
Desde 2018, Qatar ha financiado a Hamás, con el permiso de Israel, en un movimiento que ha sido visto como la posibilidad de fortalecer el grupo, en detrimento de la Autoridad Nacional Palestina que gobierna en Cisjordania. El objetivo habría sido dividir la causa palestina.
Israel ha matado a casi 42.000 personas en la Franja de Gaza desde el 7 de octubre. Cerca de 17.000 niños han sido asesinados por los bombardeos del Ejército de Israel. Múltiples naciones occidentales han mostrado el apoyo a Israel en su derecho a defenderse, aunque también han presionado para un cese el fuego, que no llega.
Israel ha declarado ‘non grata’ a la ONU y ha pedido la dimisión del secretario general, António Guterres por sus declaraciones.
“Los ataques de Hamás no ocurren en el vacío. El pueblo palestino ha estado sujeto a 56 años de ocupación sofocante”, declaró Guterres en referencia al origen de un 7 de octubre, que cumple su primer aniversario, dejando miles de muertos tras de sí y todavía cerca de un centenar de rehenes.
Pero más allá de las víctimas, la deuda pendiente es una investigación que pueda esclarecer cómo pudo suceder aquel fatídico día.
Con France24