VIENA, AUSATRIA, 5 FEB 2022.- En un incesante ir y venir de camiones, cientos de miles de cajas azules llegan cada día a un laboratorio de Viena, símbolo del éxito en Austria de los test de saliva para detectar el covid-19.
El programa “Alles Gurgelt” (“Todos a hacer gárgaras”) empezó a finales de 2020 en Viena para combatir la pandemia y con el aumento del número de casos por la variante ómicron está en pleno apogeo.
Los vieneses, con kits que les reparten gratuitamente, hacen gárgaras casi a diario frente a la pantalla de su ordenador y luego llevan la probeta a la tienda de la esquina.
Los resultados se conocen en 24 horas y van acompañados de un certificado de test PCR, necesario en este país de 8,9 millones de habitantes para ir a la escuela, a la ópera o para hacer deporte.
“Es extremadamente fácil”, dice Michael Havel, director general del laboratorio Lifebrain, para explicar el éxito del sistema.
En las instalaciones situadas en un vasto complejo hospitalario, el ritmo es frenético para los 1.800 empleados a tiempo completo, un tercio de los cuales fueron contratados en los últimos dos meses.
Día y noche, trabajadores de decenas de nacionalidades escanean los códigos de barras de los tubos, los destapan y luego el líquido es analizado por las máquinas.
El laboratorio puede examinar hasta 800.000 pruebas al día.
Críticas a su utilidad
Austria llevó a cabo 145 millones de test de todo tipo desde el inicio de la pandemia, que ha causado más de 14.000 muertos en el país.
En la actualidad se realizan casi 80 test diarios por cada mil habitantes (en una media de siete días), frente a solo 15 en Francia y 4 en Alemania, lo que la sitúa a Austria a la cabeza del ranking mundial, según estimaciones de la web Our World In Data.
Esta política de test masivos, financiada con el dinero de los contribuyentes, tiene un alto precio, 2.600 millones de euros (2.975 millones de dólares) solo en 2021 y algunos critican su utilidad.
“Hasta ahora, esta estrategia estaba plenamente justificada, pero con ómicron todo es diferente”, admite Ulrich Elling, investigador de la Academia Austriaca de Ciencias, que ayudó a desarrollar el método de las gárgaras.