A pesar de la infinidad de quejas y reclamos a las autoridades municipales para que se tomen medidas, la indiferencia de los funcionarios es la consecuencia directa de que el Cementerio de Pablo Podestá siga siendo tierra de nadie.
Caballos pastando sobre las tumbas en medio de matorrales que las cubre, en algunos casos, totalmente.
Calles rotas. Un microbasural y menores con gomeras lanzando piedras para todos lados, y el robo de material de bronce dan cuenta del abandono que experimenta el cementerio.
Abandono que parecería estar hecho a propósito para privatizarlo.
Sin duda los cuerpos de los difuntos deben ser tratados con respeto y caridad en la fe y en la esperanza de la resurrección. El cementerio es ese lugar tan especial que acoge a muertos y a vivos que buscan consuelo. Es ese lugar de respeto, de reconciliación y de silencios.
El sector más afectado es el de las tumbas cercanas al Barrio Villa Esperanza. Están tapadas de matorrales y hay caballos que ingresan desde la villa para pastar tranquilamente. Y también ingresan por ese lugar menores armados con gomeras arrojando piedras en todas direcciones, que ponen en riesgo la seguridad de los visitantes.
La sepultura de los cuerpos de los fieles difuntos en los cementerios favorece el recuerdo y la oración por los difuntos por parte de los familiares y de toda la comunidad cristiana, y la veneración de los mártires y santos.
El lugar se ha vuelto muy inseguro y el patrullaje municipal es escaso, a pesar de que hoy se detuvo a un sujeto que estaba drogado y robando bronce.
Y también este martes, a partir de una denuncia, la Comisaría Tres de Febrero 11ª -Remedios de Escalada- secuestró un caballo que estaba en el predio pastando sobre las tumbas, mientras que otros dos salieron al galope para el Barrio Villa Esperanza.
El cementerio no es sólo un lugar físico, es un lugar de memoria que resguardan el pasado y permite la construcción de una conciencia histórica en permanente actualización.
Pero estamos frente a la ausencia de un proyecto global que reconozca la singularidad del cementerio como institución, y los constantes robos, profanaciones y la desidia en el cuidado de las instalaciones alejaron tanto a los visitantes que, hoy en día, el cementerio parece “tierra de nadie”.