Por Luisa Pulido Griffin | France24
REINO UNIDO, 7 AGOSTO 2024.- Un poco más de 24 horas después del asesinato a cuchillo de tres niñas y el intento de homicidio de al menos otras cinco y de dos adultos, en Southport, un festivo y marítimo pueblo en el norte de Inglaterra, empezó a correr una bola de violencia y disturbios sin precedentes recientes.
Las imágenes de disturbios y saqueos masivos hicieron recordar los cinco trágicos días, en agosto de 2011, en los que multitudes enardecidas se tomaron las calles por la muerte en Londres del hombre afro Mark Duggan, tras un enfrentamiento con la Policía.
En ese entonces, las manifestaciones arrancaron en la capital británica y rápidamente se multiplicaron en todo el país.
Sin embargo, el nivel de violencia actual, afirma The Times, no se veía desde 1970. Ese patrón de agresiones y disturbios se ha replicado en más de 20 ciudades.
Otro elemento clave de los desórdenes es la motivación. La postura antiinmigración hace que la realidad sea, por ende, más compleja y con más matices. Ese sentimiento contra la inmigración ha ido creciendo, a veces, silenciosamente, y no ha sido resuelto por los gobiernos.
Controlar la inmigración jugó un papel clave en las recientes elecciones generales. Una de las promesas de campaña fue detener la llegada de los barcos. Pancartas con la exigencia de detener la llegada de barcos han sido la constante.
El detonante
El asesinato de las niñas fue el detonante de la crisis. Los disturbios se han tornado tan violentos que rápidamente desplazaron de la actualidad informativa la tragedia que viven las familias de las niñas, el estado de salud de los sobrevivientes y la conmoción en la zona.
Pocas horas después de la masacre, rápidamente, a través de redes sociales, empezó a especularse sobre la identidad del asesino que, inicialmente, fue protegida por la Justicia por ser menor de edad.
En los mensajes se afirmaba, entre otros, que era un inmigrante que llegó al Reino Unido en un barco en 2023 y otros aseguraban que pertenecía a la comunidad musulmana.
Fue tal el nivel de especulación, que la Justicia levantó el veto de las restricciones legales para revelar el nombre del presunto autor: Axel Muganwa Rubakubana, de 17 años, nacido en Gales, de padres originarios de Ruanda.
Fue en el mismo Southport, cerca del club de vacaciones del asesinato, donde empezaron los desórdenes.
Estos fueron, al parecer, organizados online. Su columna vertebral son plataformas como X, Telegram o TikTok, donde promueven la hostilidad contra la inmigración, sin diferenciar entre la legal e ilegal.
Como indicio del ambiente que estaba a punto de estallar, durante su primera visita a Southport, el primer ministro, Keir Starmer, fue cuestionado con dureza: “cuántos niños más” tendrían que morir para que el Gobierno adoptara medidas.
El contexto
Antes del referendo del Brexit en 2016, las cifras de inmigración ya eran altas. Los promotores del divorcio con la Unión Europea prometían que el Brexit acabaría la libre circulación de ciudadanos europeos y como consecuencia bajaría la inmigración.
Sin embargo, cuatro años después de que se materializara el divorcio, las entradas, legales o irregulares, crecen a diario con la llegada de trabajadores, estudiantes y barcos pequeños a través del Canal de la Mancha.
Las cifras oficiales revelan que 685.000 personas llegaron legalmente en el 2023. Mientras que, en lo que va del 2024, más de 14.000 personas han entrado al país de manera ilegal.
En las calles del país se repite, por ejemplo, que el número de inmigrantes hace que sea imposible tener una cita médica en el sistema de salud nacional (NHS).
Este tipo de narrativa ha sido impulsada por el activista de extrema derecha, Tommy Robinson, cuyo verdadero nombre es Stephen Yaxley-Lennon, líder de English Defence League y quien cuenta con casi un millón de seguidores en la red X.
Robinson, a quien Elon Musk le devolvió su cuenta en la red social tras ser suspendida, ha incitado, según los expertos, los disturbios actuales.
“Es un firme defensor de la teoría de la policía de “dos niveles”, la idea de que los británicos blancos son vigilados con mayor dureza que las minorías étnicas en el Reino Unido, y es explícitamente antiislámico, vendiendo noticias falsas sobre violaciones musulmanas, inmigración y, la semana pasada, la noticia falsa de que el sospechoso de Southport era musulmán”, sostiene The Times.
Esa teoría de dos niveles de Policía también es compartida por el líder de Reform UK y el ideólogo del Brexit, el diputado Nigel Farage.
El malestar contra los inmigrantes llegó al punto peligroso en que dos hoteles en Rotherham y Tamworth, en el norte de Inglaterra, donde viven quienes llegan y esperan una respuesta a su solicitud de asilo, fueron casi que destrozados por una multitud enfurecida.
En este complejo debate, el gasto del Gobierno en hospedaje es una pieza clave para adoptar medidas. El Ejecutivo paga a diario 8 millones de libras esterlinas en hospedaje para los casi 36.000 inmigrantes que esperan una respuesta de asilo.
El director del Centro de Crime and Justice Studies, Richard Garside, explicó a France24 en Español la “imagen completa”: hay “una política tóxica de inmigración y una preocupación que la gente tiene, que sea correcta o incorrecta, de que hay demasiados inmigrantes llegando al país”.
Agrega que “los disturbios llegan al final de un gobierno conservador que fue bastante impopular, que tuvo políticas de austeridad que dejaron a varias comunidades enfrentando alto desempleo de jóvenes, una cultura de desesperanza e ignorados por el gobierno”.
Quiénes se enfrentan
El primer ministro no dudó en llamar a quienes participan en estos desórdenes como “matoneadores de extrema derecha”, pero lo cierto es que hay varios perfiles que se mezclan.
Además de los que defienden sus ideas extremas, están quienes legítimamente exigen medidas contra la inmigración ilegal.
Mientras que otros aprovechan la confusión y los disturbios para actuar de manera violenta y jóvenes que, tras una noche de tragos, se suman a estos hechos, así se evidencia en los relatos de quienes han sido capturados.
“También hemos visto muchas personas ordinarias. Algunos, sin duda, fueron activistas de la extrema derecha, pero otros que simplemente fueron a ver qué estaba pasando y terminaron participando. Otros que tienen frustraciones específicas y también se involucraron. Muchos de ellos que se arrepienten, sobre todo porque van a estar procesados judicialmente”, afirma Garside.
En Plymouth, el lunes por la noche y por varias horas, se enfrentaron los que exigen medidas contra la inmigración y quienes están en contra del racismo. Nuevamente, los ataques contra la Policía con objetos contundentes fueron la constante.
El efecto de la desinformación
La confusión y la división son reyes en las crisis. Al rumor inicial del origen del asesino en Southport le han seguido, entre otras, imágenes alarmantes en Birmingham, en el centro del país, donde la comunidad musulmana salió a las calles, algunos con los rostros cubiertos y con palos, para, lo que llamaron, “protegerse ante posibles ataques” que habían sido convocados, al parecer, por redes sociales y grupos en internet.
La ola ha incluido ataques contra negocios y acoso contra periodistas. Algunos incluso fueron amenazados durante sus transmisiones en vivo.
Por ello, el Gobierno está muy preocupado por el efecto que están teniendo las redes sociales y las plataformas en internet y exige responsabilidad de sus dueños.
Keir Starmer advirtió que los delitos online serán tratados como delitos fuera de las redes.
Y es que lejos de las calles, el primer ministro está protagonizando su propia polémica con el dueño de X, Elon Musk.
El millonario le ha dedicado varios mensajes en su red a la delicada situación en el Reino Unido.
Musk arrancó afirmando que “una guerra civil es inevitable”. El Gobierno le respondió “que no hay justificación para esos comentarios”, pero poco sirvió para convencerlo.
El Gobierno, en medio de la polémica
Además de la “intervención” de Musk, quien también ha hecho eco, entre otros, de los “dos niveles de la Policía”, el primer ministro ha sido altamente criticado por la poca efectividad que han tenido sus medidas.
En sus varias apariciones públicas, desde que iniciaron los disturbios, el primer ministro se ha centrado en repetir en distintos tonos su mensaje: quienes participen se arrepentirán.
Sin embargo, el efecto disuasorio ha sido nulo. Horas después de su advertencia, las calles volvieron a arder.
También se le critica la tardanza para convocar a las autoridades y agencias de inteligencia para adoptar medidas.
En el largo plazo, el experto Garside cree que el “Gobierno debe pensar en las causas más profundas que originaron este desorden. Sin duda, mucho fue inspirado por la ultraderecha y el racismo, pero no todo”.
Entre tanto, diferentes sectores políticos coinciden en que el Gobierno debe enviar el Ejército a las calles para controlar la situación de orden público. Hasta el momento, esa opción está fuera de la mesa.