Claroscuros del primer año de Petro en el poder: de la promesa del cambio al escándalo

BOGOTÁ, COLOMBIA, 7 AGOSTO 2023.- El primer mandatario de izquierda en la historia de Colombia prometió hace un año batirse en duelo contra los grandes males que aquejan al país. Sin embargo, aunque el discurso del cambio y las reformas en todos los niveles sigue como una obsesión para el presidente, estas avanzan más tímidamente de lo esperado. Petro se muestra firme mientras enfrenta los días más complejos de su mandato por cuenta del escándalo que su hijo mayor protagoniza.

El peso de la historia se posó sobre los hombros de Gustavo Petro cuando el 7 de agosto de 2022 asumió como presidente de Colombia en una ceremonia llena de símbolos. No era para menos: exguerrillero del M-19, exalcalde de Bogotá y político curtido en la denuncia de los vínculos entre el paramilitarismo y la política, se convirtió en el primer presidente de izquierda en la historia del país.

Un año después, las expectativas generadas por la promesa de un cambio profundo en la política colombiana han tenido tiempo de asentarse. Y los 12 meses de Petro en la Casa de Nariño han erosionado algunas ilusiones. Aunque ha persistido en el discurso reformista, la realidad ha diluido algunos de los puntos de lanza del presidente.

Petro sigue al frente del autoproclamado Gobierno “del cambio” con todavía tres años de Ejecutivo por delante en un país con una dolorosa historia de conflicto armado, magnicidios de líderes de izquierda y persecución política a facciones progresistas; un logro democrático para el país por sí solo y mientras se planea entre nubes de optimismo y el huracán del escándalo, que se ha hecho invitado fiel a lo largo de la Administración.

La bomba de Nicolás Petro, “gasolina” para la oposición

Los nubarrones planean sobre la Casa de Nariño en el primer aniversario de Petro en la sede del Ejecutivo y amenazan con tomar el protagonismo alrededor del mandato del presidente. El principal ‘talón de Aquiles’ del líder izquierdista llegó por un flanco inesperado: su familia. Su hijo mayor, Nicolás Petro Burgos, que aspiraba con seguir la carrera política de su padre, fue imputado por la Fiscalía por lavado de activos y enriquecimiento ilícito. Petro Burgos fue detenido el 29 de julio y anunció que colaboraría con la investigación el 1 de agosto.

La trama guarda tintes telenovelescos: la investigación del ente público habría empezado cuando la exesposa de Petro Burgos, también detenida, denunciara que había recibido dinero ilegal para la campaña del ahora presidente, que nunca habría llegado a su destino, sino que se quedó en manos del hijo de Petro para engrosar su patrimonio. Sin embargo, en el marco de la colaboración con la Fiscalía, Petro Burgos aseguró que el dinero manchado sí habría llegado a la campaña de su padre, sin que este lo supiera. A la luz de estas revelaciones, el Congreso empezó una investigación contra el presidente: un sablazo más para el Gobierno.

Meses antes, otro escándalo estalló y afectó también a su círculo íntimo, implicando a uno de sus hombres de confianza y exembajador en Venezuela, Armando Benedetti, y su ex jefa de Gabinete, Laura Sarabia, en una insólita trama de escuchas ilegales y de seguimientos a una civil con recursos del Estado, según una Fiscalía que ha actuado con inusitada rapidez desde el cambio de gobierno.

El golpe para la legitimidad de la Administración ha sido estruendoso, aunque cada vez queda más claro que el presidente no sabía de la entrada de esos dineros a su campaña, según el mismo Nicolás Petro.

Los escándalos “lo han obligado a entrar en una posición defensiva”, dice Gabriel Cifuentes, abogado y analista político, y han sido “carburante y gasolina” para una oposición desorganizada que ha encontrado en este argumento su filón para desestabilizar el Ejecutivo.

En todo momento, Petro se ha distanciado de la investigación y ha pedido que la Justicia siga su curso, incluso después de saber que podría implicar a su campaña.

“Nadie está por encima de la ley”, recordó en un comunicado. Para el analista, esta posición mantiene “un tono muy distinto” al que han tenido otros mandatarios colombianos cuando se han investigado sus entornos, basado históricamente en deslegitimar el poder judicial.

“Es una buena señal que da cuenta de la solidez de las instituciones y que derrota ese mito de que aquí se estaba cultivando un castrochavismo”, concluye.

Un inicio de Gobierno vertiginoso

Este escándalo, que tiene a Colombia tensionada, hace que los primeros tres meses de Gobierno parezcan muy lejanos. Sin embargo, fue uno de los periodos más fructíferos de Petro. Durante ese primer trimestre, el presidente apretó el acelerador. Rodeado de un equipo diverso, incluyó figuras de partidos tradicionales, pero a la vez fue a buscar perfiles activistas y académicos fuera de las familias políticas del país.

“El mayor acierto de Petro en el Gobierno ha sido la inclusión (…) Nunca había existido tal nivel de diversidad de género, étnica, de poblaciones tradicionalmente marginadas o excluidas que hoy hacen parte del ‘pool’ de funcionarios del Gobierno”, reflexiona Laura Bonilla, politóloga y subdirectora de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares).

Bajo ese paraguas, el Gobierno no solo logró dar una imagen de renovación, sino que consiguió unificar un espectro político amplio que le aseguró alianzas en los órganos legislativos necesarias para pasar sus primeras reformas. Con el viento a favor todavía, el Ejecutivo logró su primera gran victoria: aprobar su reforma tributaria.

La ley aumentó la presión fiscal a las grandes fortunas y empresas, especialmente en el sector de los hidrocarburos. El proyecto se vendió no solo como un éxito del Gobierno sino también como la primera piedra para recaudar suficiente dinero para financiar las siguientes reformas sociales en la agenda del presidente.

Otro logro fue el acuerdo con el sector ganadero, Fedegan, que agrupa a varios de los principales terratenientes colombianos, para la venta progresiva al Gobierno de tres millones de hectáreas. Hace un año, este paso, indispensable para poner en marcha una reforma agraria que ya estaba prevista en el Acuerdo de Paz con la extinta guerrilla de las FARC, parecía impensable.

Administrar un país a golpe de Twitter

El arranque de Petro, sin embargo, perdió potencia a medida que avanzó el 2023. Una de las primeras jarras de agua fría fue un confuso mensaje en Twitter del 31 de diciembre, en el que el presidente anunciaba un cese al fuego con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la guerrilla más longeva activa en el país, y cuatro grupos armados más de distintas naturalezas.

Lo que quería ser un deseo de año nuevo y un golpe de efecto se deshizo cuando el propio ELN desmintió el acuerdo. Más allá de las implicaciones de este desliz en la política de paz, los mensajes develaron también algunas grietas de comunicación y ejecución en el Gobierno.

Para empezar, el uso de Twitter. Petro es uno de los políticos latinoamericanos más influyentes en la red social y la usa con furor: a finales de enero de 2023, el diario colombiano ‘El Espectador’ contabilizó que el presidente tuiteó 100 veces en una semana. Otro conteo del medio ‘El Colombiano’ cifró en 468 los mensajes emitidos por Petro solo en el mes de junio, más de 20 por día.

En Twitter, Petro anuncia sus políticas, hace comentarios personales, discute con otros políticos o se enzarza en agrias discusiones con los medios. Las tensiones llegaron a tal punto que la Fundación para la Libertad de Prensa colombiana (FLIP) se pronunció en febrero de este año:

“El presidente hace correcciones, réplicas o reproches a medios de comunicación por la manera en la que cubren a su Gobierno. También, ha calificado la información periodística como falsa y ha replicado mensajes de terceros que se refieren a periodistas de manera desobligante y burlona. (…) El presidente debe ser contundente a la hora de abstenerse de emitir cualquier mensaje que la ciudadanía pueda interpretar como permisivo frente a la violencia contra la prensa”.

“Hay dos velocidades que pueden generar confusión, expectativas y frustración. Una es el ritmo de los pulgares del presidente cuando envía un mensaje y otro es el ritmo y la capacidad operativa y de ejecución de su Gobierno”, opina Cifuentes.

Después de varios deslices y exabruptos más, muchos se preocupan de que el presidente gobierne como tuitea: a rachas, sin diálogo con su equipo, tiempo para la reflexión y con más discurso que hechos concretos.

¿Demasiado simbolismo y poca acción?

“Cuando los médicos diagnostican una enfermedad y atinan, el paciente es el que se beneficia. Pero cuando le atinan a la enfermedad y no encuentran el remedio indicado para curarla, ahí es cuando viene el problema, y eso le pasa a Gustavo Petro. Es muy claro y contundente a la hora del diagnóstico, pero cuando se trata de bajar ese diagnóstico y volverlo política real es cuando todo se traba”.

Así analiza la periodista María Jimena Duzán en su podcast ‘A Fondo’. Y no es la única que opina así. Bonilla valora que “el mayor error (de Petro) ha sido el manejo de las expectativas y la organización de su gabinete en torno a la acción estatal”.

“Es tradicional del grupo político de donde proviene el presidente darle una importancia excesiva al símbolo y una menor a las acciones”, agrega.

El Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad, Dejusticia, analizó bajo 70 temas o indicadores la acción del primer año de Gobierno de Petro y concluyó que más del 66 % “son propuestas que aún no despegan o representan situaciones que se han agravado”.

Un ejemplo claro es que las tres reformas principales que Petro quería aprobar durante su primer año de Gobierno quedaron estancadas o hundidas en los órganos legislativos colombianos en 2023. Se trata de la reforma laboral, la pensional y la de la salud, la joya de la corona.

El proyecto legislativo, que busca fortalecer la salud pública y no depender de entidades privadas que presten los servicios sanitarios, generó tensiones irremediables dentro del Ejecutivo, causantes del primer remezón ministerial del Gabinete a finales de febrero, que se llevó por delante a tres jefes de carteras, pertenecientes a la coalición que llevó a Petro al poder.

Solo dos meses después, salieron del Gobierno siete ministros más, entre los cuales se contaba precisamente la responsable de la cartera de Salud, Carolina Corcho. La última baja fue la de Irene Vélez, la ministra de Minas y Energía, en julio. En total, 11 de los 18 ministros que empezaron en el Ejecutivo han dejado el equipo antes de que el Gobierno cumpla un año.

Los remezones son el síntoma del problema de fondo de Petro y es que rompió la coalición amplia que sostenía su proyecto en agosto de 2022, dificultando la agenda reformista y hundiendo sus políticas estrella.

“Desperdició prácticamente una coalición sin precedentes (…) Al haber escalado el tono confrontacional, fue perdiendo los apoyos de los partidos que exigían ciertos grados de concertación “, subraya Cifuentes.

Los desencuentros en las entrañas del Gobierno, sin embargo, no solo se cobraron los cargos de “los sectores moderados”, sino que también terminaron recayendo sobre algunas de las puntas de lanza más cercanas al presidente, como Corcho o Vélez.

Una economía estable y “responsable”

Las turbulencias del Gobierno, sin embargo, no han llegado a reflejarse en la economía del país. Durante el primer año de Petro, el dólar ha llegado a su precio más bajo en meses; el déficit fiscal se mantiene estable y se proyecta una reducción de un punto porcentual respecto al 2022 para llegar al 4,3% del PIB; la inversión extranjera alcanzó los 12.169 millones de dólares, significativamente más que en el primer año de Gobierno de Iván Duque, el predecesor conservador de Petro.

“Ha tenido un manejo económico y fiscal responsable, los indicadores macroeconómicos son positivos”, recuerda Cifuentes. Incluso la inflación interanual, en aumento desbocado desde 2021, empezó a ceder en el segundo trimestre de este año.

Para el analista político, estos datos “dan cuenta de que efectivamente había más un mito de que se iba a destruir no solo el aparato sino también el modelo económico en Colombia. Por el contrario, lo que se ha demostrado es que se ha respetado la independencia del Banco de la República, se han respetado las reglas finales y se han tomado decisiones responsables”.

La medida más controvertida en este ámbito, sin duda, ha sido el desmonte del subsidio a la gasolina, que ha representado un aumento sostenido del precio de la combustible para subsanar el déficit del Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles, una entidad pública que buscaba suavizar las variaciones de los precios internacionales del crudo para el bolsillo del consumidor, pero que terminó siendo un beneficio insostenible para las arcas del Estado.

La política, definitivamente impopular, se considera necesaria incluso desde la perspectiva del Fondo Monetario Internacional, que pidió “mantener los esfuerzos” en esta dirección en marzo de este año.

Aciertos y desaciertos de la ‘paz total’

Una de las grandes banderas de Petro antes y después de llegar al poder fue su política de paz. Bautizada como la política de la ‘paz total’, aunque luego se alejó de esa acepción, el presidente propuso negociar con todos los actores armados que operan en Colombia, sin distinción, y convertir la búsqueda de un país sin violencia en una política de Estado.

En ese sentido, el Gobierno abrió la puerta a negociaciones de paz con el ELN, pero también con las disidencias de la extinta guerrilla de las FARC y con grupos criminales herederos del paramilitarismo y otras fuerzas nacientes.

“El principal acierto de la política de ‘paz total’ de Petro ha sido el restablecimiento de las negociaciones con el ELN y los avances que ha mostrado en esa conversación, que logró en pocos meses mucho más de lo que había logrado el Gobierno anterior en cuatro años”, valora Jorge Mantilla, politólogo e investigador experto en el conflicto armado.

El 3 de agosto entró en vigor un cese al fuego con el ELN de seis meses. Es el más largo jamás pactado entre el Gobierno y la guerrilla en toda la historia de Colombia.

Sin embargo, la situación para la población civil sigue siendo insostenible. De acuerdo con la fundación Indepaz, en 2023 han ocurrido 52 masacres con 170 víctimas, una cifra muy parecida a la de 2022.

Para Mantilla, el error ha sido “el desorden, la falta de método y la idea de tener conversaciones simultáneas con todos los grupos armados, sin hacer una diferenciación clara de los grupos de crimen organizado con otro tipo de estructuras con trayectorias más asociadas a conflictos sociales y territoriales. Esta idea de hacer todo al mismo tiempo en todas partes ha provocado que la ‘paz total’ sea un escenario muchas veces enrarecido”.

La violencia sigue arreciando en las ciudades y en las regiones rurales del país. En Bogotá, los homicidios aumentaron un 11% en 2023 respecto al año anterior. Para muchos, ese es el principal agujero negro de la política de Petro. Según Mantilla, el presidente debería haber “formulado una estrategia de seguridad que acompañara la ‘paz total'”.

“Desde luego, la ‘paz total’ tiene una particularidad y es que es una paz mediática, tuitera de alguna manera, en la que hay grandes pronunciamientos de un lado y de otro pero que al final lo que se ha logrado transformar en el territorio es muy poco”, asegura el politólogo e investigador.

La organización jurídica Dejusticia va en esa vía al remarcar que la política de ‘paz total’ carece de “claridad de los avances con los grupos de crimen organizado y grandilocuencia en el proceso con el ELN sin claros impactos en el desescalamiento de la violencia en el país”.

Las dinámicas de la violencia en Colombia son corrientes profundas que arrastran décadas de inercia y que no cambiarán en un solo mandato, pero un fracaso de la contención de la violencia bajo la Administración de Petro podría ser una de las decepciones más fuertes de su electorado: las regiones que llevaron al presidente a la victoria en las urnas hace un año fueron precisamente las que más han sufrido los latigazos del conflicto.

Petro, una estrella internacional

Pero las decepciones, por ahora, se mantienen dentro de las fronteras colombianas. En la escena internacional, Petro ha cultivado una imagen propositiva y contundente, con una voz revulsiva contra el orden mundial establecido y en defensa de los derechos sociales y del medio ambiente.

Su bautizo en la escena internacional fue su discurso en la Asamblea de las Naciones Unidas. Con una oratoria afilada, desafió a la audiencia: “¿Qué es más venenoso para la humanidad: la cocaína, el carbón o el petróleo? El dictamen del poder ha ordenado que la cocaína es el veneno y debe ser perseguida, así ella solo cause mínimas muertes por sobredosis. En cambio, el carbón y el petróleo deben ser protegidos, así su uso pueda extinguir a toda la humanidad”.

A pesar de su retórica en contra de los lineamientos estadounidenses de la fallida ‘guerra contra las drogas’, el Ejecutivo de Petro ha cultivado una excelente relación con la Administración Biden que le permiten renovar los diálogos alrededor del combate contra el narcotráfico y de la posición de Venezuela en la región.

De hecho, Petro ha sido el gran impulsor del deshielo de su país vecino en América Latina. En septiembre de 2022, abrió la frontera al comercio entre Colombia y Venezuela, cerrada durante tres años, y a lo largo de 2023 se ha proyectado como un mediador en las negociaciones entre el Gobierno de Maduro y la oposición.

La agenda “regional y global” de Petro busca ser “más ambiciosa, particularmente en lo que tiene que ver con la política social y con la política ambiental”, recuerda Cifuentes. En ese sentido, el presidente se ha apoyado en los demás líderes progresistas que gobiernan en América Latina. Un gran ejemplo es la cumbre para la salvaguarda de la Amazonía impulsada junto con Brasil, en la que Petro exhibió una excelente sintonía con Luiz Inácio Lula da Silva.

“La presencia internacional de Petro siempre juega a favor de la popularidad del presidente (…) Mantener una buena relación con Estados Unidos es uno de sus aciertos, tener una buena relación con Europa, un incremento de los acuerdos comerciales… Eso en general en Colombia está muy bien visto”, valora Bonilla.

¿Una aceptación hacia el ocaso?

Pero la luna de miel internacional de Petro no parece ser suficiente para cosechar popularidad de puertas para adentro. Según la última encuesta de la firma Invamer, solo el 33,8% de la población colombiana aprueba la gestión del presidente, frente a un 59,4% que la desaprueba.

El batacazo es innegable, especialmente después de que Petro empezara su mandato con un 56% de apoyo. ¿Los colombianos se empiezan a desencantar de un presidente que prometió un cambio que llega solo de forma intermitente?.

El político todavía tiene tres años por delante para contestar a los críticos que lo ven como un hombre de mucho discurso y pocos hechos: ¿cómo saldrá del último escándalo que imprime sombras a la financiación de su campaña? ¿Logrará reconstruir consensos y aprobar sus reformas en el Legislativo? ¿Cómo avanzará la agenda de la ‘paz total’ y la seguridad? ¿En qué cuajarán sus políticas sociales?

Los desafíos para Petro, cada vez de más alto calado, se siguen acumulando mientras sus bases permanecen fieles y la oposición lucha por encontrar forma de frente a las elecciones regionales del 29 de octubre, un termómetro crucial para medir las expectativas de los colombianos.