El “experimento” sueco, que los suecos avalan

Inmunidad de rebaño para evitar el retorno, pero muchas muertes

ESTOCOLMO, SUECIA, 17 MAY 2020 – Bares y restaurantes abiertos, centros de compras disponibles, paseos por las calles del centro de la ciudad e incluso excursiones en barco, casi ninguna limitación fue impuesta por las máximas autoridades de Suecia, que convirtieron al país en un universo paralelo a la cantidad de restricciones sugeridas por la comunidad científica internacional para evitar la propagación del Covid-19.

Después del largo letargo invernal, Suecia rechazó otra cuarentena, prefiriendo vivir con el coronavirus, en un clima de consenso social largamente mayoritario, que sin embargo no anula las alarmas de algunos científicos disidentes y tampoco frena el creciente número de índices de mortalidad. Cifras incluso desenfrenadas en comparación con los guarismos de los vecinos escandinavos.

“La estrategia sueca quiere evitar el pico de retorno que se puede registrar después del bloqueo, una vez reabierta la sociedad”, explicó a ANSA Patrick Bryant, experto de modelos estadísticos aplicados a la biología en la Universidad Estocolmo.

De ese modo, justificó las razones de la línea de la “mitigación” que apunta a bajar la curva de los contagios a través de una circulación controlada del virus, sin blindar a la sociedad. Desatando en ella anticuerpos.

La inmunidad del rebaño no es oficialmente mencionada, pero el objetivo parece aquel de erigir un escudo inmune masivo. Una estrategia peligrosa, sostiene por su lado el matemático Wounter van der Wijngaart. “Estamos dejando que los contagios continúen, con mínimas precauciones. Y esto costará muchas más muertes, si lo hubiéramos detenido incluso solo dos meses, para luego reanudar, sin dudas hubiéramos sido más eficaces”, advirtió.

El total de los muertos sigue siendo desconcertante: con más de 3.700 decesos en una población cercana a los 10 millones, Suecia está en el octavo puesto mundial por mortalidad de Covid-19, seis veces más que Noruega o Finlandia, en proporción.

“Probablemente deberíamos haber suspendido antes los grandes eventos deportivos”, opina el científico bio-informático Arne Elofsson. “Pero el error más grave es aún es no haber protegido a los ancianos en los geriátricos”, acota. Es que los ancianos fueron poco menos que abandonados a su suerte, aún más que en otros lugares en medio de la pandemia, en el contexto de la aparente convicción que se trata de decidir si se extiende “por pocos meses” la vida de los más vulnerables o no para dar más oxígeno a la población en general.

El tradicional lazo de confianza que en el país existe entre las autoridades y la ciudadanía no se ve afectada ni siquiera en estas circunstancias. Como confirman los sondeos y como lo demuestra Else, empleada en un negocio del centro: “Pienso que estamos haciendo lo correcto, ya muchos se sienten solos y abandonados. No podemos saber qué nos depara el futuro, para mí está bien así”.

Sobre la misma línea, Glenn, que es fotógrafo, sostiene: “Todos hemos entendido que debemos estar juntos, no podemos cerrar completamente la ciudad. Debemos buscar mantener la mayor normalidad posible”. “Incluso más importante que nuestra confianza hacia el gobierno, es aquella que el gobierno nos coloca a nosotros como ciudadanos capaces de tomar decisiones sensatas”, dijo el historiados Lars Tragardh, ofreciendo un marco casi ideológico desde el punto de vista que prevalece en esta sociedad. “No seguimos ciegamente al gobierno, es más bien que el gobierno cree en una relación de mutua responsabilidad”. Un modo de pensar que avala al Ejecutivo social-demócrata y sobre todo al jefe de burócratas de turno, el profesor Anders Tegnell, teórico del “no bloqueo” y responsable de la autoridad sanitaria independiente cuya política remite gran parte de las decisiones al culto de esta personalidad. Sin embargo, la sociedad escandinava, siempre orgullosa de su servicio sanitario, se ve hoy negada a poner lso respiradores artificiales para la asistencia respiratoria de los pacientes de más de 80 años o mayores de 60 con patologías previas, en casos de vida o muerte frente al Covid-19. Algo que incluso la Gran Bretaña de Boris Johnson, a pesar de los retrasos de los que fue acusada y la carencia estructural de unidades de cuidados intensivos, está al menos logrando evitar.

“A la gente no se le dijo que la considerada inmunidad colectiva causará muchas muertes”, denuncia Van der Wijngaart.

“Tampoco fue hecha una estimación vaga de cuántas personas morirán por este enfoque y es por eso que las personas no protestan”, indica.

Así, para algunos parece una apuesta ciega, para otros un experimento social frío; pero para la mayoría de los suecos es simplemente una opción práctica o la única vía. (ANSA).