Una avalancha de “nuevos pobres” en Italia por el coronavirus

ITALIA, 14 MAY 2020 – No quiere dar su identidad, le da “vergüenza”. “Anna”, una romana que trabajaba en la limpieza, figura entre los “nuevos pobres” de Italia tras perder sus ingresos por la epidemia de coronavirus, que la ha obligado a recurrir a ayuda alimentaria.

“Vengo aquí de vez en cuando, cuando la situación se vuelve difícil. Es que me da vergüenza”, murmura con voz baja la mujer, que supera los cincuenta años y atravesó la ciudad en busca del paquete de alimentos que se distribuyen todos los lunes y jueves frente al imponente Foro de Trajano, en pleno casco histórico, la asociación caritativa Ronda de la Solidaridad.

Para poder pagar el alquiler, “Anna” ahorra en comida. Ese día, las 130 bolsas con alimentos preparadas por la asociación fueron repartidas en diez minutos.

Italia ha entrado en una recesión histórica, con una caída del PIB de entre 8 al 10%, la peor desde la Segunda Guerra Mundial, un frenazo económico que está dejando muchos nuevos pobres.

En febrero, cuando se detectó el brote de coronavirus, la economía ya estaba en una situación de fragilidad, crecía la desigualdad entre pobres y ricos y el desempleo llegaba al 9%, con picos más altos entre los habitantes del sur de la península.

Según el sindicato agrícola Coldiretti, el número de personas que piden ayuda alimentaria aumentó en más de un tercio, llegando a 3,7 millones de personas, un millón más que antes.

  • Un nuevo estrato social –

Se trata de nuevo estrato social en Italia, que la organización describió como los “nuevos pobres”.

Es un fenómeno que se volvió mundial. Según la ONG Oxfam, la emergencia sanitaria podría sumir a 500 millones de personas más en la pobreza.

En Gran Bretaña casi un millón de personas, diez veces más de lo normal, se inscribieron para pedir un subsidio universal, la principal ayuda pública. En Estados Unidos, el número de desempleados aumentó hasta alcanzar los 20 millones de personas.

Italia, el primer país de Europa que detectó el brote, no sólo está pagando un precio muy alto humano, con más de 30.000 muertes, sino también económico.

Las regiones más prósperas e industrializadas del norte, que producen el 45% del PIB, fueron las más golpeadas.

En abril, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) advirtió que el 27% de los italianos podría caer en la pobreza si tienen que renunciar a tres meses de ingresos.

El diario La Repubblica estima que 11,5 millones de personas han perdido sus ingresos.

“No vamos a abandonar a nadie, nadie se va a quedar solo”, prometió a finales de marzo el primer ministro Giuseppe Conte, tras anunciar un paquete de 400 millones de euros (unos 430 millones de dólares) para ayuda social, una promesa que está resultando difícil de organizar.

  • Mantener la dignidad –

“Estoy mortificada”, confiesa María Loprete, de 65 años, frente a un centro de Caritas en las afueras de Milán.

Antes de la pandemia, Loprete trabajaba en el guardarropas del teatro de La Scala y contaba con una pensión de viudez para pagar el alquiler y una entrada para comprar los cerca de 60 euros mensuales en medicinas que necesita.

Pero el templo milanés de la ópera está cerrado. “Formo parte del grupo de personas que necesitan ayuda”, lamenta la mujer que además es voluntaria en una asociación que auxilia a personas sin hogar.

“Con frecuencia me preguntaba: ‘Dios mío, ¿qué sentirán?’ Y ahora ese dolor lo siento yo. Afecta tu dignidad como ser humano”, contó.

Desde que lo despidieron hace un año de su trabajo como cocinero, Antonio DiGregorio, de 64 años, sobrevivía como chofer para personas ancianas.

Padre de una hija de 9 años, vive ahora con 400 euros: “A mediados del mes no me queda nada”, confiesa.

DiGregorio asegura haber visto personas robando comida en los supermercados, un fenómeno que también se ha observado en las regiones pobres del sur.

“La economía debe reactivarse, de lo contrario tendremos una guerra civil, la gente está desesperada”, sostiene DiGregorio.

Según Caritas, los pedidos de ayuda en sus centros se han más que duplicado desde el inicio de la pandemia (+ 114%).

La asociación Nonna Roma, que ayuda a los romaníes en la capital italiana, una de las poblaciones más vulnerables, ayudaba a unas 300 familias antes de la pandemia y ahora lo hace con casi 4.000, explicó a la AFP su presidente, Alberto Campailla.

“Ya no se trata de familias que se encontraban en pobreza absoluta, sino de personas que trabajaban en la economía informal. Trabajadores independientes, jóvenes y migrantes. Esas personas perdieron el trabajo”, precisa.

Nonna Roma distribuye cajas con alimentos básicos todos los fines de semana. Muchas de las personas que recurren a esa ayuda esperan aún que llegue el subsidio de la alcaldía, que anunció aportes para 60.000 personas, aunque se calcula que lo necesitan unas 90.000.

Una filipina que dice llamarse Maria Teresa, y que se acercó a Nonna Roma a buscar una caja, dice que no está ahí para “quejarse”. Cerca de su casa, los sin techo ya no encuentran para comer en los botes de basura. “Es que nadie tira nada ya”, cuenta desconsolada. (AFP)