Hoy se celebra el Día del Trabajador en muchas partes del mundo en homenaje a aquellos que el 1º de mayo de 1886, en Chicago, Estados Unidos, hicieron una huelga para exigir que, efectivamente, se cumpla con una ley que fijaba el máximo de la jornada laboral en ocho horas. La manifestación fue reprimida por la policía, por lo que hubo dos muertos y varios heridos.
En esta oportunidad, en medio de la pandemia por el coronavirus , el empleo de muchos cambió y se potenciaron prácticas como el teletrabajo. Además, una de las profesiones que tomó más relevancia fue la de quienes se dedican al sistema de salud.
En 1886, en los Estados Unidos, fueron ejecutados varios trabajadores luego de realizar una serie de huelgas en reclamo de mejores condiciones laborales. Después de 134 años, el mundo recuerda aquel histórico suceso acorralado por la pandemia de coronavirus, que ya se cobró más de 234 mil vidas
El 1 de mayo de cada año se conmemora el Día Internacional del Trabajador en homenaje a los “Mártires de Chicago”, así denominado un grupo de sindicalistas anarquistas que fueron ejecutados en 1886 en los Estados Unidos por realizar un reclamo laboral.
Los trabajadores demandaban la reducción de la jornada laboral a 8 horas, ya que solían trabajar hasta 16 horas diarias.
Ante la presión de los paros el presidente norteamericano, Andrew Johnson, promulgó una ley que establecía las 8 horas de trabajo diario. Sin embargo el sector empresarial decidió no acatarla, por lo que los trabajadores de la ciudad industrial de Chicago iniciaron una huelga el 1 de mayo.
Un movimiento liderado por Albert Pearsons juntó a más de 80 mil trabajadores. Fue calificado como “indignante e irrespetuoso” y como un “delirio de lunáticos poco patriotas”.
Para los que lo criticaban, el pedido era “lo mismo que pedir que se pague un salario sin cumplir ninguna hora de trabajo”.
El conflicto se extendió a otras ciudades y terminaron parando más de 400.000 obreros en 5.000 huelgas simultáneas. Tanto el Gobierno como el sector empresarial creían que estaban ante el inicio de una revolución anarquista.
La fábrica McCormik de Chicago no reconoció la victoria de los trabajadores y el 1 de mayo la Policía disparó contra los manifestantes en las puertas de la empresa.
Los días siguientes murieron más trabajadores hasta que el cuarto día estalló una bomba contra las fuerzas policiales en un suceso conocido como “el atentado de Haymarket”.
El 21 de junio comenzó el juicio a 31 obreros acusados de haber sido los promotores del conflicto. Condenaron a dos de ellos a cadena perpetua, uno a 15 años de trabajos forzados y cinco a la muerte en la horca.
Estas ocho personas se convirtieron en los “Mártires de Chicago” y en su conmemoración se declaró que el 1 de mayo sería el Día Internacional del Trabajador.
Hoy, 134 años después de aquellos trágicos sucesos de 1886, Estados Unidos se ha convertido en el país más castigado por la pandemia de coronavirus, que en apenas dos meses (desde el 29 de febrero a hoy) causó la muerte de más de 63.000 personas y casi 1.100.000 infectados con COVID-19.
Las últimas palabras de los “Mártires de Chicago”
George Engel, tipógrafo
“Es la primera vez que comparezco ante un Tribunal americano y en él se me acusa de asesinato. ¿Y por qué razón estoy aquí? ¿Por qué razón se me acusa de asesino? Por la misma razón que tuve que abandonar Alemania, por la pobreza, por la miseria de la clase trabajadora.
Adolph Fischer, periodista
“No hablaré mucho, solamente tengo que protestar contra la pena de muerte que me imponéis, porque no he cometido crimen alguno (…) pero si yo he de ser ahorcado por profesar mis ideas, por mi amor a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad, entonces no tengo nada que objetar”.
Samuel Fielden, obrero textil
“Se me acusa de excitar las pasiones, se me acusa de incendiario porque he afirmado que la sociedad actual degrada al hombre hasta reducirlo a la categoría de animal. ¡Andad! Id a la cada de los pobres y los vereís amontonados en el menor espacio posible, respirando una atmósfera infernal de enfermedad y muerte.
Albert Parsons, periodista
“¿Creéis señores que cuando nuestros cadáveres hayan sido arrojados a la fosa se habrá acabado todo? ¿Creéis que la guerra social se acabará estrangulándonos barbaramente? ¡Ah, no! Sobre vuestro veredicto quedará el del pueblo americano y el del mundo entero, para demostraros vuestra injusticia y las injusticias sociales que nos llevan al cadalso”.
Louis Lingg, carpintero
“Me acusáis de despreciar la ley y el orden, ¿Y qué significa la ley y el orden? Sus representante son los policías y entre éstos hay muchos ladrones (…) Yo repito que soy enemigo del orden actual y repito que lo combatiré con todas mis fuerzas mientras respire”.
Michael Schwab, tipógrafo
“Si nosotros calláramos hablarían hasta las piedras. Todos los días se comenten asesinatos, niños son sacrificados inhumanamente, las mujeres perecen a fuerza de trabajar y los hombre mueren lentamente, consumidos por su rudas faenas y no he visto jamás que las leyes castiguen los crímenes”.
August Spies, periodista
“Se me acusa de complicidad en un asesinato, se me condena a pesar de que el Ministerio Público no ha representado prueba alguna de que yo conozca al que arrojó la bomba, ni siquiera de que en tal asunto haya tenido yo la menor intervención”.
Oscar Neebe, vendedor de levaduras
“Durante los últimos días he podido aprender lo que es la ley, pues antes no sabía. Yo ignoraba que pudiera estar convicto de un crimen por conocer a Spies, Fielden y Parsons”.