Grandes masas de personas emigran a otros estados por miedo
CIUDAD DE MEXICO, 26 DIC – A lo largo y ancho del territorio mexicano se extienden los pueblos “fantasma” donde sólo quedan ruinas, moscas y algunos perros, a causa de la violencia de las bandas criminales que mantiene asoladas grandes franjas del país desde 2007.
“En 51 pueblos de 10 estados nadie oye ladrar los perros: han sido abandonados”, escribió en 2017 el grupo de periodistas independientes autodenominado “Plumas Atómicas”, en referencia a una frase de un cuento del escritor Juan Rulfo.
La cifra actualizada es imprecisa pues ni el propio gobierno ha hecho un cálculo exacto de cuántas poblaciones y aldeas han quedado sin habitantes por este movimiento incesante de desplazados internos.
La Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH) calcula que la cifra de personas que han huido de sus localidades a otros lugares podrían rebasar las 310.000, aunque la gubernamental Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) estima que no rebasa las 90.000.
La CMDPH realizó hace dos años un estudio en el cual estimó que hay cuatro estados, tres del norte del país (Durango, Sinaloa y Tamaulipas) y uno del sur, donde más pueblos fantasmas existen.
Hay lugares como La Gavia, Guerrero, donde vivían unas 600 personas y ahora sólo existe una pareja de ancianos o Badiraguato (Sinaloa), la cuna del famoso “rey de las drogas” Joaquín “El Chapo” Guzmán, en el cual el 90% de sus habitantes ha tenido que huir.
Otro ejemplo es Madera, estado norteño de Chihuahua, donde la sangrienta disputa entre bandas subcontratadas por los cárteles de Juárez y de Sinaloa han provocado, desde hace un año, el desplazamiento de familias completas de las comunidades de Nicolás Bravo y Las Varas.
Abisail Bojórquez, uno de los pocos habitantes que quedan en Nicolás Bravo, señaló al diario El Universal, que “a unos los corren (echan), a otros los levantan (secuestran) y a otros les queman las casas y al que no quiere lo desaparecen”.
El cuartel de la policía local luce un aspecto decadente y es usado ahora como sede de los jefes de Gente Nueva, brazo armado del Cártel de Sinaloa.
Los delincuentes se visten de militares y se pasean en sus camionetas por las calles solitarias del pueblo, portando armas de alto poder, que intimidan y obligan a la escasa gente que se niega a desarraiagarse a permanecer oculta en sus viviendas.
“Familias completas, muchas se han salido para no ver tanta delincuencia”, afirmó Abisail, de unos 65 años.
Otro caso dramático es el de Pichilinguillo, una paradisiaca playa en el estado sureño de Michoacán, bañada por las aguas del Pacífico, que cayó en el abandono por el azote de la inseguridad en los últimos meses.
Los habitantes del lugar la describían como “un paraíso natural” y se ganó el mote de “piscina marina” pero de pronto la irrupción de la delincuencia acabó con su esplendor de la noche a la mañana.
Leopoldo Pulido, de 75 años, uno de los fundadores de este paraíso natural, fundado en 1989, huyó después de que asesinaron a su hija Zenaida, dueña del restaurante “El Cisne”, según narró a la cadena Televisa.
La ola de asesinatos y extorsiones de parte de una célula de “Los Caballeros Templarios”, llamada “Los Tena”, hizo huir a los lugareños que abandonaron restaurantes, hoteles, lanchas y tiendas en la playa, ubicada en el municipio de Aquila.
La misma suerte pasó en Guadalupe, a las afueras de Ciudad Juárez, estado de Chihuahua, frontera con Texas, donde los pobladores han comenzado a huir en estampida debido a la violencia constante de las pandillas “La Línea” y “Los Mexicles” que se disputan la hegemonía.
La violencia ya dura más de una década en esta localidad del desértico Valle de Juárez y ha sido provocada por la disputa interminable entre los cárteles de Sinaloa y de Juárez que decidieron aliarse con las bandas locales para monopolizar el tráfico de droga, personas y armas.
Entre los habitantes que huyeron a Estados Unidos y otras partes de México figura la familia Reyes Salazar, que sufrió el asesinato de siete de sus miembros y el saqueo e incendio de sus viviendas. (ANSA).